domingo, 26 de noviembre de 2023

CAMBIAMOS DE HEMISFERIO IV

CATARATAS VICTORIA.

Para visitar una de las maravillas de la naturaleza, como son estas Cataratas Victoria y este espectacular río Zambeze, hubo que volar y cambiar de país, así tras atravesar toda Sudáfrica y todo Zimbawe, aterrizamos en Victoria Fall en la frontera norte del país, limítrofe con Zambia.
Este estado africano se llamó primero Rhodesia del sur, en honor a Cecil Rhodes, que fue primer ministro británico de la colonia del Cabo y el dueño de la Compañía Británica de Sudáfrica,  manejando así el negocio de los diamantes y esquilmando las riquezas de África en beneficio propio y de la metrópoli. Fue también  el impulsor de la idea de que el Reino Unido controlara África estableciendo un corredor ferroviario desde El Cabo a El Cairo.
En 1964 la minoría blanca que ostentaba el poder económico decretó la independencia de Rhodesia del Sur, con un régimen similar al apartheit del vecino del sur, en ese momento la población negra inició una guerrilla que terminaría ganando  mucho después en 1980. El Presidente Mugabe eligió la vía socialista, es por esa razón que muchos de los universitarios a finales de los ochenta y los noventa cursaron sus estudios en Cuba, es el caso de Aaron (sin tilde para pronunciarlo en inglés), el guía que nos asignaron.
La salida del aeropuerto, camino del bus, estaba de lo más animada, con un grupo folklórico amenizando la llegada al país, a Tere la entusiasmó esta música y aunque había más en hoteles, embarcaderos, etc, ninguno la gustó como éste, porque le parecieron los más auténticos. Jose y yo acabamos bailando a son de sus tambores tras una cena, no obstante he de reconocer que cuando estabas agotada del día, te ponían un poco la cabeza como un bombo.
Después del frío que habíamos pasado hasta aquí, en Zimbawe hacía un calor tropical. El paisaje era todo de sabana, a diferencia del Kruger ésta estaba seca, las lluvias apenas habían comenzado y sólo algunos árboles comenzaban a verdear.
Aaron nos relataba cosas sobre su pais, todas de interés. Por ejemplo nos señalaba que en este país no hay infravivienda, todo son casas con una parcelita para sembrar, la diferencia entre clases sociales la marcan los metros cuadrados de casa y parcela.
Él nos dijo que tenía cinco hijos, que una familia media de cinco miembros vive con unos quinientos euros al mes.
Llegamos al hotel donde nos alojaríamos los dos días siguientes: Hotel A Zambezi river lodge, muy recomendable, las instalaciones buenas, quizás un poco pequeña la habitación, sobre todo cuando entraban a correr la mosquitera, daba la sensación de que quedaba poco espacio. Por todo lo demás, decoración chula, ubicación junto al río, comedor al aire libre y con buena comida, sólo llevábamos desayuno incluido, pero cenamos dos noches a la carta y salvo la espera, como siempre, por lo demás bien, aunque en mi caso fueron ensaladas, como curiosidad en la césar las tiras de carne eran de cocodrilo.
Muy, muy caro el vino, una copa ocho euros, prohibitivo, se ve que aquí no hay, será de importación. 
Otro punto a favor del hotel es que al estar junto al río le llegan visitas de lo más interesantes. Nos dijeron que algunas noches va por allí el amigo Sebastían, pero no nos adelantemos, todo a su tiempo.
Nos instalamos, y para esa tarde teníamos una actividad programada que nos encantó: un crucero por el Zambeze
 habíamos escuchado siempre que los atardeceres en África son otra cosa, y he de decir que realmente es así, a pesar de que había nubes la atmósfera que envuelve al río en esos momentos es indescriptible, una calma interrumpida por los cantos de las aves, muchas, muchas, río arriba y abajo, los reflejos del atardecer en el agua, los cocodrilos sesteando en la orilla, las orejillas de los hipopótamos emergiendo, y esta luz tan especial... 🤩

A todo ésto, nos agasajaron con vino o cerveza y algo de comer mientras disfrutábamos  del placer que es para los sentidos este paseo por el tercer río más grande de África, y evocábamos, otros ríos otros lugares y nos sentíamos como dentro de esas pelis, grandes clásicos, como son Mogambo, La reina de África o Memorias de África.

Esa noche nos fuimos, como siempre prontito a acostar a reponer fuerzas para el día siguiente. Pero a algunas aún les quedaba una sorpresa, resulta que a Tere cuando se levantó al baño y se asomó por la ventana casi la da un símcope al ver a Sebastian y compañía, tres enormes hipopótamos pastando junto a su ventana.
Y es que debe ser un clásico de este hotel  los hipos segando el cesped. A los cocodrilos les ceban en la orilla de enfrente, observamos la operación antes de venirnos, y supusimos que era para que no salgan por aquí a zamparse a los clientes.
Al siguiente día y ya último antes de emprender el viaje de vuelta, nos quedaba otro plato fuerte, la visita a las Cataratas Victoria.
El humo que truena, es su nombre en la lengua indígena del lugar, tienen una altura que varía entre 80 y 120 m. Y un frente de más de kilómetro y medio.

El agua cae a una enorme fosa haciendo un ruido ensordecedor y levantando millones de partículas de agua, que si te acercas mucho, te dan un buen baño. Fuimos en la época seca, nos dijeron que en la de lluvias hay días que no se puede uno ni acercar a las pasarelas porque sube tanta agua que no solo te empapas es que además ni ves.


 paramos  en unos quince o dieciséis puntos de obsevación. El agua cae de Zambia a Zimbawe, me encantó la forma de explicarlo del guía: ésto es un cine, ellos tienen la pantalla y nosotros las butacas.
Este entorno fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1989 y recibe miles de visitantes al año que dinamizan la economía de la zona en ambos paises. Los que eligen la actividad de bañarse en la piscina del diablo,  disparan su adrenalina dándose el bañito al borde del precipicio, allá en Zambia, nosotros los veíamos desde acá, y parecía que iban a caerse en cualquier momento cascada abajo.

Para pasar de un país a otro hay un puente de hierro, del tipo Eiffel, diseñado por un tal Hobson en 1904, era el sueño de Cecil Rhodes, aunque no llegó a verlo acabado, para el famoso corredor norte/sur del que hablé anteriormente.
Me quedé con unas enormes ganas de cruzarlo, pero no logré entusiasmar al grupo. Yo tenía mis razones, una de ellas era pisar un tercer país, otra visitar la ciudad de allá, Livingston, de la que había leído que gustaba más a los viajeros que esta de acá y otra razón era que aún circula un viejo tren colonial, que se mueve despacio y para junto a la catarata justo al atardecer sobre el puente,  pero el guía me quitó la idea diciéndome que me iban a soplar no sé cuanto por la cena y que no merecía la pena, pero claro, él era de Zimbawe...no sé🤔🤔. 
Como no cruzaba la frontera, decidí que haría la actividad de sobrevolar las cataratas en helicoptero, los tres jóvenes estaban dispuestos a apuntarse, con las mismas nos fuimos a descansar un poquito y en un rato vinieron a buscarnos para ir al helipuerto.

Jose nos grabo mientras subíamos, la verdad es todo un espectáculo, desde arriba se ve como el río se expande por una meseta antes de llegar al salto, formando un montón de islas,  tras la caída vuelve a encajonarse y desde el puente sigue su curso formando meandros, se ven los kilómetros de sabana y el pueblo de Victoria Fall bien grande, al abrigo de los dineros que trae el turismo.
Con sobresaliente califico mi primera experiencia en helicóptero.

Al bajar nos recogieron y nos llevaron con el resto del equipo que nos esperaban en el pueblo a comer.
Aún quedó tiempo para dar una vuelta por el pueblo a hacer alguna compra estupenda.
Por cierto, ¿Sabéis cómo nos llaman a los españoles los vendedores?: mañana, mañana😄😉.
Y aún nos quedó un rato en el hotel para darnos uno de esos baños interminables en la piscina, por cierto ahí estábamos a remojo cuando llegó otra familia a pastar, en esta ocasión de facoceros, ¡Qué chulos!, de rodillas hozando, llamé corriendo a Jose para que se bajara a verlos.

Cuando bajamos a cenar ya estaban de nuevo allí los hipopótamos, para que todos pudieramos verlos.

Al siguiente, día 7 de noviembre por más señas, nos vinieron a buscar para emprender la vuelta, llegaríamos a Madrid más de 24 horas, unas cuantas vicisitudes y tres vuelos más tarde. Nos despedimos en Barajas, agotados pero con la certeza de haber realizado uno de los viajes de nuestra vida.
Los viajes duran mientras los preparas, los realizas y mucho después cuando los vas recordando. Éste me da la impresión de que le recordaremos siempre. Muy duro, sí, pero muy recomendable🤩❤️.




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