viernes, 3 de junio de 2022

LA EMOCIÓN DE SENTIR EL ARTE


Una exposición de las tres piedades de Miguel Ángel juntas, en no sé qué museo, me ha hecho recordar un momentazo de mi vida. El arte me ha conmovido muchas veces, sé que hay personas con una sensibilidad excepcional que sienten una profunda e intensa emoción ante una obra de arte, una canción, un bello poema o un paisaje maravilloso. Ese famoso síndrome de Stendhal que también a mi me ha afectado en alguna ocasión.
Lo que yo os contaba es que una mañana de diciembre, día de la Inmaculada por más señas, bastante temprano, visitaba yo la Basílica del Vaticano cuando me paré junto a mis amigas a observar la famosa Piedad, y fueron un cúmulo de emociones, la belleza del rostro de la Virgen, el recuerdo de la muerte, reciente entonces, de mi madre, la imagen de mí, con tan solo veinte años contemplando la misma obra, la brevedad de la vida, no había vuelto a Roma desde entonces, ahora tenía cincuenta y dos y la juventud se me había escurrido como puñado de agua entre los dedos de mis manos ( cosa fácil a juzgar por las curvaturas y porrillos que presentan).
Pero no sólo me he sentido desfallecer  ante semejante maravilla, obras mucho más simples han logrado en mí efecto parecido. Raquel me recuerda a veces como me impactó entrar en San Baudelio de Berlanga, la simplicidad de aquellas iglesitas del primer medievo, el pensar que este pequeño templo desamortizado fue expoliado y que sus frescos están en EEUU, no sé... pero me emocioné.
En el recuerdo también el momento de hallarme frente al Partenón, que pese a ser una ruina también me hizo temblar, me acordaba de nuestros años de estudiantes y de cuando El Pani nos explicaba la musicalidad del más famoso templo griego, yo aunque más que escuchar  música celestial veía gruas, no pude por menos que pensar, estoy aquí, por fin, en la Acrópolis  que he visto mil veces en láminas y diapositivas, pues a pesar del calorazo de agosto en Atenas y de la ruina, el impacto fue brutal.

También suelo emocionarme cada vez que vuelvo a Salamanca. Especial fue el momento en que volvía con Maco, y Rosa y Juan C. de la boda de Clara, de Zamora,  y paramos allí a comer. Al entrar en la Plaza Mayor, otra vez ese nudo en el estómago  y las lágrimas a los ojos, qué sitio tan bonitó, qué recuerdos, qué joven era yo y qué bien estaba cuando pasaba por aquí a diario. Lo chungo de la vida es que cuando quieres darte cuenta de lo que tienes ya ha pasado.


Aunque la vida pasa, la belleza, los recuerdos, los momentos maravillosos que he vivido se quedan, aquí en mi disco duro, y de vez en cuando me hacen pasar un rato genial 🥰.

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