jueves, 18 de noviembre de 2021

DE PUENTE POR NAVARRA

Un puente por Navarra da para mucho, o para poco según se mire, ya que este destino tiene posibilidades infinitas, según tus intereses, tienes naturaleza, arte, historia, gastronomía, en fin mucho de todo.
Lo primero antes de contarte mi experiencia, un poco de repaso a la Historia de esta Comunidad Foral que fue Reino de Navarra hasta 1512.
Comenzó su andadura como reino allá por la Alta Edad Media entorno a la ciudad de Pamplona, donde la familia Arista asentó uno de esos nucleos cristianos que se fueron fraguando en la franja norte de la Península a la vez que Al Andalus tendía sus tentáculos hasta poco más abajo, quizás hasta las fronteras naturales del Ebro y Duero.
La cuestión es que allá por el cambio de milenio, es decir por el año 1000, con Sancho III el Grande había coseguido ser el reino más poderoso del norte peninsular. Pero tras un par de siglos, en tiempos de Sancho VII el Fuerte (que está enterrado en Roncesvalles), y que dicen que tras participar en la definitiva batalla de Las Navas de Tolosa en 1212 incorporó las cadenas al escudo navarro, dicho reino se había dejado comer la merienda, vulgarmente hablando, por castellanos y aragoneses, los primeros le habían arrebatado la salida al mar por el territorio vascongado así como la expansión al sur por la Rioja, y los segundos el posible avance hacia lo que había sido Taifa de Zaragoza.  Cuento todo esto porque quedó Navarra aprisionada ahí arriba, un poco entre sus valles pirenaícos y el Ebro. Después del Fuerte llegaron a Navarra las dinastías francesas, amos del reino durante la Baja Edad Media, algunos de estos monarcas titulares no llegaron a pisar suelo navarro, les bastaba con cobrar sus rentas, que les enviaban a la corte parisina, y dejar a los navarros que se organizaran según sus usos y costumbres.
El reino fue anexionado por Fernando el Católico  y desde entonces unió sus destinos primero a Castilla y después a España, para gusto de unos y disgusto de otros. 
En cuanto a su geografía , tiene Navarra dos ámbitos bien diferenciados, los valles pirenáicos, de economía ganadera y forestal y las riberas de  Ebro y afluentes, zonas llanas y muy aptas para la agricultura.
Por mi parte solo había estado en una ocasión en la Comunidad Foral, desde el corredor del Bidasoa en dirección a Pamplona, y de vuelta a casa parada en Olite.
En esta ocasión cogimos una casa rural en, Bizkarreta-Gerendiain  Casa rural Idaria , magnífica costrucción de hace un par de siglos, preciosa, reformada y muy cómoda.

Después de seis horas largas de viaje, aterrizar en ese casoplón donde te esperan cerveza, pinchos y amigos no tiene precio.
Difícil como siempre decidir qué hacer en pocos días. El sábado comenzamos viendo pueblos, Ochagavía en el valle del Salazar e Isaba y Roncal para tapa y comida. 
En Ochagavía caminamos junto al río, nos fotografiamos en el puente, subimos a la iglesia, admirando lo pintoresco de sus calles y rincones. Junto a las puertas de muchas casas nos llamó la atención ese cardo eguzkilore que les protege y ahuyenta a los malos espíritus que proliferan en la noche, y que a Maca le sonaba de las novelas del Baztan. Por último unos a pie y otros en coche nos acercamos al santuario de la Virgen de Muskilda, con mucho encanto y preciosas vistas.

En Isaba flipamos con sus rincones, las fachadas llenas de flores, casi siempre petunias, todas del mismo tono, y asomando al fondo bosques y montañas que hacen de esos pueblos un espectáculo de color. Del mismo estilo Roncal, con la iglesia en lo alto del pueblo y donde naturalmente había que comprar queso.

Por la tarde, de vuelta paramos en Erro, para visitar a un compañero de uni de JM que nos dio algunos consejitos y con el que repasé Historia de Navarra.
Al día siguiente, domingo, teníamos la visita al monasterio de Leyre, flipante, tenía muchísimas ganas de ver aquella cripta de un primer románico con enormes capiteles, decorados únicamente con surcos, que han terminado siendo el emblema del monasterio.
La iglesia conserva la cabecera románica, un tanto arcaica, te quedas pasmada ante esas primeras bóvedas de piedra, una auténtica maravilla, las naves con cubierta gótica y una portada, la speciosa, de la construcción original del siglo XII, con una profusión de figuras y detalles que daría ella sóla para un artículo.


Habíamos reservado además comida en la Hospedería, un acierto, terminar la visita y no tener que buscar donde comer, que andar con hambre buscando condumio lleva a los grupos a disputas, o ¿no?, que unos prefieren la inmediatez y lo que sea, mientras otros aguantan y prefieren seguir buscando mejor yantar 😁.
La tarde la aprovechamos para visitar
Pamplona, hicimos el recorrido inverso de los encierros y nos tomamos una copita en la plaza del Chupinazo, en mi caso fue un pacharan por aquello de: allá donde fueres haz lo que vieres.



Nuestro tercer día por tierras navarras salimos dirección Francia con parada en Burguete para ver el camposanto, por lo original de las estelas funerarias que son un disco sobre trapecio cada uno distinto de los demás, imprimiendo carácter al difunto. Parece que  tienen profundas raices en la cultura navarra, los que se conservan son de las últimas centurias, pero ese disco es posible que tenga origen en las culturas precristianas.
Al lado está Roncesvalles, había que parar para pasear por su colegiata, antiguo hospital de peregrinos, y para recordar la famosa gesta de los vascones contra los francos, en la que les dieron "pa' pipas" cuando volvían a casa atravesando estas serranías: "como las visteis, franceses, en esa de Roncesvalles". 

Aunque dicen que tan famosa gesta fue poco más que una escaramuza 😉.
Pasamos a Francia y nos dimos un paseito por San Juan de Pie de Port (mitad escrito en español y mitad en francés a propósito).😁
Decidimos volver a suelo patrio por otro puerto para seguir disfrutando del paisaje, un camino de cabras, una carretera estrechísima con pasos canadienses incluidos y unas vistas espectaculares que traía al hayedo de Sorogain, tupido bosque donde paramos a comer en un merendero, y desde allí algunas nos bajamos andando hasta Bizkarreta, vaya paseo precioso, a la sombra de las hayas, siguiendo el curso del río, mientras caía la tarde, todo un espectáculo.


El cuarto día teníamos contratada una excursión en 4×4 por la Selva de Irati.
Un muy buen guía nos llevó por el valle del Aezkoa, hasta Orbaizeta, por el camino vimos hórreos, paramos en la fábrica de armas abandonada, nos mostró dólmenes,  subimos a una majada en el límite con Francia donde pastaban las ovejas lachas, que son una pasada de bonitas y de las que se saca la leche para el queso Idiazabal. Por último nos llevaron a la presa de Irabia en cuyo entorno crece el famoso hayedo, un bosque umbrio, con líquenes y musgos en los troncos y rocas, que le dan un aura de misterio, bueno una auténtica pasada.
De vuelta comimos, muy bien por cierto, en Aribe.

Y se acabó el viaje, como terminan todos, dejándonos un buen sabor de boca, imágenes preciosas y la sensación de que Navarra da para mucho más.
De vuelta a Madrid, ya por aprovechar, paramos a comer en Medinaceli, pueblo soriano, de esos con mucha raigambre, de los que abundan por la vieja Castilla.
Si no sabes qué hacer en el próximo puente, aquí te dejo buenas ideas.

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