domingo, 11 de julio de 2021

VIAJE A GALICIA. RIAS BAJAS


GALICIA: BAIONA Y PONTEVEDRA.
Recuerdo a mi compañero Paco, un máquina pateando sierras, diciéndome: "ya te vale, Lourdes". Y sí, siempre le dí la razón, amante de la aventura y profe de Geografía de España y resulta que cada verano cojo el avión y me voy a ver otros mundos teniendo tanto del mío por conocer. Pues ahora que la covid nos ha echado un poco el freno es el momento de recuperar los viajes recorriendo el suelo patrio.
Tenía también muchas ganas de alojarme en Paradores así que me puse manos a la obra, cuatro días por delante y alojamiento en Baiona y Pontevedra.
Cuando llegas cansada del viaje y te encuentras con esa fortaleza medieval, dentro de la cual está el Parador, sabes que sólo por ésto ya ha merecido la pena el viaje, tardas como poco una hora en recorrer el adarve e ir dando vistas a la bahía, entre los pinos, con su playa y puerto, y al mar, con las Cíes ahí, muy próximas. El paisaje gallego te hace pensar que aunque en la España interior también hay sitios de sorprendente belleza, tierra adentro siempre nos faltará el mar.
Lo realmente difícil, si vas a Galicia, es decidir qué hacer y qué ver, ya que las posibilidades son infinitas. Comprendo a la gente que está agotada de tanto estrés y sólo quiere descansar junto al mar y comer bien. Mi caso no ese, yo ya estoy descansada y necesito ver, conocer, probar...
Así pues el primer día decidimos bajar hasta la desembocadura del Miño en la frontera con Portugal, la belleza del lugar una mañana tranquila de junio, sin gente en la playa, es hechizante.


Lo siguiente fue subir al monte de Santa Tecla, las vistas desde allí son todo un espectáculo, El Castro, la desembocadura del Miño, La Guardia, el mar...
En la Guardia junto al puerto tienes restaurantes para comerte un estupendo arrocito o darle al marisco y al Alvariño, bueno vale, si no te gusta el vino pues a la Estrella Galicia (no cobro nada por la publi 🤪).
Aún te quedan muchas opciones para la tarde, nosotros decidimos andar un rato por los molinos de Folón y Picón, este paseo nos recordaba mucho a los senderos de nuestra tierra.
Desde allí vuelta a casa por la carretera junto a la costa, viendo ya caer el sol de la tarde más larga del año.
El siguiente día, camino de Pontevedra, paramos en Vigo, que debe tener muchas posibilidades, pero donde dimos una vuelta rápida y la dejamos para otra ocasión, nos decantamos por Arcade, mis hermanos me lo recomendaron para comer ostras y percebes con un vinito, ¡qué rico!
Para ver la Ría de Vigo subimos al mirador de Monte de la antenas de Domaio, en Moaña.


Al subir habíamos visto un dolmen, el Chan de Arquiña, los hay por toda Galicia, están rodeados de un aura de misterio, fueron monumentos funerarios o cámaras funerarias del Neolítico o de la Edad del Bronce. Con el tiempo las leyendas han ido creciendo entorno a estos lugares. El tamaño de los bloques de granito te hace pensar en el cómo los moverían aquellas gentes con la escasa tecnología de la que disponían.


Estando en la Península del Morrazo, había que llegar a la punta,  Cabo de Home.  De camino pasábamos por uno de los mejores cruceiros de Galicia, dicen, el de Hío, un magnífico descendimiento en granito que está junto a la iglesia románica de San Andrés.
La gente se pregunta el porqué de esos doce mil cruceiros que hay por toda Galicia, no tienen un único y claro significado. Yo me atrevo a aventurar que su origen es pre-cristiano, a pesar de ser cruces. En el libro de JJ Millás y JL Arsuaga de "la vida contada por un Sapiens a un Neanderthal", te explican cómo entendían el territorio los pueblos prerromanos, había un territorio habitado, hóspito, amigable, es decir los poblados o castros y entorno a él se extendía un inmenso territorio, hostil, poblado de seres misteriosos, malignos muchos de ellos, frente a lo que había que protegerse. Es probable que se delimitaran ambos espacios con hitos, o con los famosos berracos de los vettones, o con vaya usted a saber qué. La cuestión es que llegado el cristianismo esas delimitaciones se hicieron con cruces, o incluso pequeñas ermitas como en muchos  otros puntos de la Península, que siempre están en las salidas de los pueblos, bien para proteger a las gentes que habitaban los poblados, bien para avisar de que se entraba en territorio bendito, etc.
Después, los siglos, han difuminado el mensaje y han ido cubriendo esas cruces de liquen y musgo, pero también de misterio y leyenda.
Tras esta disquisición, que me vino a la cabeza mientras viajaba y que quería dejar por escrito, sólo decir que podrías planear un viaje sólo para ver cruceiros, hay verdaderas obras de arte.

Para llegar al Cabo de Home hay un camino sin asfaltar de unos dos o tres km. , así me gustaría a mi que estuviese el acceso al río de mi pueblo. Allí los faros y el mar frente a las Cíes, espectacular.
Esa noche llegamos a Pontevedra, el Parador, a pesar de estar dentro de la ciudad, es un Pazo o Palacete renacentista hecho en piedra, con muchísimo encanto, tiene un jardín con una fuente, donde nos permitimos el lujo de cenar. Y yo dejé a mi equipo descansando y aún me fui a conocer el casco antiguo de la ciudad. Una visita nocturna por las placitas y callejuelas de la ciudad, llenas de gente, de bares, de marchuqui. Caserones preciosos, iglesias, cruceiros, muy, muy apetecible la Pontevedra nocturna.

El tercer día decidimos cambiar de ría, ya que la de Pontevedra, la habíamos visitado en otra ocasión y habíamos estado en Sanjenjo, Porto Novo y La Lanzada. Nos fuimos a la isla de Arousa que ya está unida a tierra por un largo puente. Tiene la isla el sabor de lo natural, dimos un paseo por una larga playa de arena blanca  que seguía hasta donde se perdía la vista, con algún chiringuito, pero sin edificaciones, nos hicimos fotos junto a las formas caprichosas de las rocas y observamos la fauna.

Desde ahí nos fuimos al puerto de Xufre, con intención de ver barcos e indicios de la actividad de pesca y marisqueo. A la lonja ya, claro, no se puede entrar, pero vimos como cribaban las almejas por tamaño antes de entrar a la subasta. En los muelles charlamos con algún  marisquero que venía con buenas capturas, en este caso navajas.



Y después, pues había que intentar comer una parrillada por ahí cerca, así que nos acercamos al paseo donde hay unos pocos restaurantes en los que degustar tan deliciosos manjares.
También subimos al mirador, Con do Forno, junto a su Sagrado Corazón hay unas vistas estupendas de la Isla y del otro lado de la ría.

Por la tarde había que pasar por Combarro, el pueblo de los hórreos, que efectivamente, tiene un sabor tradicional , placitas, cruceiros con altares, casas de piedra, muchos hórreos, pero se ve que vive ya tan de cara al turismo que ha perdido parte de esa autenticidad que debía respirarse hace unos pocos años.

Lo bueno que tiene junio es que los días son interminables, quedó tiempo para bajar a una playita antes de volver a casa.
La última noche en Pontevedra había que enseñar ese casco histórico tan maravilloso a mi equipo y cenar en uno de esos callejones que rezuman vida y tanto abundan por la ciudad.


Aquí quise posar con este ilustre pontevedrés, mi amigo Valle.
La verdad uno viene de Galicia pensando que hay que ampliar, hemos visto una parte tan pequeña de tanto, tanto que hay por ver, hemos probado una pequeña parte de tanto por probar, tanto por leer, desde Rosalía de Castro, la Pardo Bazán, Valle Inclán; los actuales Manel Loureiro, María Oruña, Manuel Rivas, etc. Cuanta Cultura hay en Galicia, mucho por descubrir y disfrutar.
Hasta pronto...🦪🍷👋

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