miércoles, 30 de junio de 2021

NUESTROS MAYORES: SUS COSAS


 Qué será la edad, que terminamos haciendo y apreciando las cosas en las que de jóvenes ni reparábamos.

Hoy me vienen a la mente los trastos, labores y cacharros de las abuelas y abuelos.

Cuando eres joven y tu madre te enseña un mantel o un tapete que está haciendo, medio ni lo miras, un poco para salir del paso y decirles ¡qué bonito!.

Es mucho después cuando los años te caen encima y ellos ya no están, un día ya pasado el duelo (aunque el duelo por una madre no pasa nunca), cuando comienza el repaso de lo que hay por casa e inicias un proceso de, digamos, veneración de sus objetos.



A algunos, de aquí, del campo les da por recopilar todo lo que tiene que ver con aperos de labranza y como tengan donde colocarlo pueden  preparar un verdadero museo etnográfico: el carro, el yugo, los rastros, las horcas, la red de la paja, las colleras, el azadón. Otros objetos más exóticos como las cuernas para beber o el cubierto tres en uno que le dieron a tu abuelo cuando fue a cumplir con la patria.

A muchas de nosotras suele darnos por las cosas del hogar, sobre todo lo que a ellas les parecía bonito, esos platos o juegos de café de cerámica y pintados a mano, por ejemplo. Pero sobre todo las labores que ellas hicieron. Cuando abres el baúl o el arca y van saliendo entre las bolas de alcanfor sábanas bordadas, pañuelos, mantelerías, colchas, tapetes de ganchillo de todas formas y tamaños, ropita de bebé hecha a mano, ¡madre mía, cuantas cosas!

Es en ese momento cuando comienzas a dar valor a todo ese arsenal, las horas y horas que habrá echado tu madre, tus abuelas y bisabuelas para bordar, para tejer todo eso.

Y no puedes dejar de pensar en tanto trabajo para no utilizarlo nunca, que lo guardaron en un baúl cuando tenían veinte años y sólo lo sacaron para que se airease una vez al año y otra vez a guardar.

Y es, tras ese sinsentido, cuando te niegas a volverlo a guardar y tu casa se convierte en un pequeño templo donde se rinde homenaje a tus antepasados.

Tapetes sobre las mesas, platos antiguos y juegos de café en las alacenas, sábanas que se convierten en cortinas o se cosen a edredones, pañuelos que se lucen el día de la fiesta.



Y es así cada día, al hacer la cama o correr las cortinas cuando tocas la misma tela con la filigrana que ella bordó, convirtiéndolo en un momento mágico al recordar las manos de tu madre o de tu abuela. Y te reconforta saber que sus cosas y sus enseñanzas siempre están ahí contigo para acompañarte en tu camino.

Muuuah🥰😘

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