viernes, 2 de abril de 2021

VIAJES: MOMENTAZOS


Una echa la vista atrás, llena de nostalgia en estos tiempos de covid, y como son ya unos cuantos los lugares recorridos dentro y fuera del suelo patrio (aunque menos de los que hubiera querido), pero en fin a lo que iba, justo lo que se viene a la mente son los momentazos, sí porque de esos he vivido algunos.

Y es que para vivir uno de esos fogonazos de felicidad, tienen que pasar muchas cosas, alinearse los planetas, casi,  como trabajar todo un año duro, luego organizar el viaje intentando aunar ideas, cosa que causa un gran desgaste, después ponerse en marcha, coger las maletas y para allá. Y para que vamos a engañarnos, los viajes son muy sufridos, se está mucho más cómodo en casa donde además se descansa, si te vas fuera todo son padecimientos y fatigas: que si la habitación es un zulo, que si la comida no sienta bien (cosa que afortunadamente no suele pasarme), que si vaya dolor de piernas (después de una tupa de andar), que si casi salimos como el rosario de la aurora porque cada uno quería una cosa, que si vaya calorina o vaya frio del carajo... en fin, que todo son problemas, pero es después de todas esas batutas diarias cuando el viaje suele sorprendernos con algunos de esos momentazos, minutos de plenitud, disfrutando la belleza del momento o de la buena compañia, comentando avatares del día o echándonos unas risas frente a un vino, cerveza o copita.

Dejándome mecer por las olas, en Isola Bella, Taormina (Sicilia), después de haber pasado un día terrible de calor y encontronazos con los miembros de la expedición porque cada uno quería una cosa diferente. Ese rato con las gafas de buceo explorando y jugando con las niñas y ver ponerse aquel rojo sol del verano siciliano mientras flotaba sobre el mar en calma..., indescriptible, ¡qué delicia!
Con las mismas protagonistas recuerdo un atardecer en Antalya y otro en Cancún. Todo el mundo arreglado y esperando las cenas y nosotras disfrutando en la pisci toda, todita para nosotras.

Y no te cuento con mis amigas estupendas, después del turre del día pasando frío y visitando iglesias, museos, y demás lugares turísticos a toda caña, cuando llega el momento de la cervecita o el vinito, al calorcito del local y el ambiente navideño, suele agudizarse el ingenio a cada ronda que vamos tomando.

Me vienen a la mente también la belleza de ciudades como Salzburgo o Heildeberg, desde sus castillos, o viendo esos pueblos típicos holandeses o eslovenos, con el encanto que tiene la luz de invierno que me darían para escribir un libro de viajes (si supiera 🤪)


Con las ticher, entrar a la iglesia de los carmelitas de Oporto y quedarnos apabulladas por aquella fantasía barroca y escuchando a una mujer cantar lo propio del día del Corpus en la entrañable lengua portuguesa. Y un atardecer paseando entre "cañas y barro" por la Albufera, un desayuno en la plaza del Capitolio de Toulouse, un cafetito después de patearnos la ciudad de Cartagena que con sus restos romanos, su modernismo y su Museo Nacional de Arqueología Marina nos había encantado. ¡¡¡Tantos recuerdos!!! Difícil hacer una selección.

Las cenas en el crucero por los Fiordos o lagos y rios rusos, viendo por el ojo de buey los espectaculares paisajes del Norte.


Imborrable la impresión del perfil de la ciudad de Estambul, al amanecer, acercándome al muelle según iba reconociendo las mezquitas en el Skay Line estambulí.
Y cuando el hambre te devora y te deja sin fuerzas para seguir caminando y encuentras un sitio donde parar y recuperar fuerzas, como aquí frente a la Public Librery en NYC.


O aquí junto al Gran Bazar.
Fueron divertidísimas las veladas en tantas casas rurales, que unas cuantas hemos  visitado en unos pocos de los muchísimos y preciosos pueblos que pueblan nuestra geografía. Después de rutas, cañones, ermitas, miradores... llegar a casa y disfrutar de una buena cena, copa y compañía.


Y los momentazos que he pasado con la gente del pueblo, me encanta el viaje en autobús, todos juntos, me recuerdan las excursiones de cuando éramos niños. El atardecer desde el Albaicín, con vistas a la Alhambra o escuchando a Ana y  al romancero antes de atravesar la puerta de la traición o tomando sidritas con la peña por la ciudad de Oviedo. Bestial!!!

He tenido mucha suerte, ahora que lo pienso. Y mientras, me entretengo un rato a la espera de poder hacer al menos planes. Será un día o un año de éstos.








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