miércoles, 27 de enero de 2021

Viajes: París



Hace esta semana doce años emprendí la aventura de conocer Europa. De estudiante había estado en Italia, hacía poco en Portugal y me moría de ganas de conocer París. Le propuse el viaje a Bea que se apuntó encantada y pocos días después se sumaron Maca y Fer, este último debía andar por los once o doce años y quería ir a París, le dijo a su madre, avisando del viajero que luego sería.
Para allá nos fuimos con tres o cuatro días por delante y un frío del carajo.
Si tienes tres días para ver por primera vez una ciudad tan maravillosa, tienes que organizarte bien y aprovechar el tiempo.
Después de tantos años y sin consultar apuntes recuerdo más o menos el esquema del viaje.

El primer día aparecimos en la Plaza de la Opera, aún recuerdo las iniciales de N y E (Napoleón III y Eugenia de Montijo) en algún medallón de la fachada Opera de París.
Desde ahí, como no podía ser de otra forma, nos metimos al metro y aparecimos junto a La torre Eiffel , el impacto fue brutal, solo recuerdo que decíamos ¡que bonita, que bonita!, ¡que grande! En realidad es difícil describir la sensación que te produce uno de los monumentos más famosos del mundo. Pero lo sorprendente es que te parece bella, yo llevaba ciertas reticencias y pensaba que igual era un mamotreto, nada más lejos de la realidad. Además estás ante un icono de la modernidad, de París, de los viajes, te sientes como en una nube.
Pero mira tú por donde llegamos el único día del año que cerraba, así que cambiamos de planes, cogimos un bus y nos fuimos hacia Notre Dame, el día estaba muy nublado, así que parecía muy oscura, las portadas si que me parecieron preciosas, también los arbotantes y gárgolas cuando la rodeábamos. Por allí observando una de sus fachadas nos comimos los bocatas y tomamos un café.
Después debimos cruzar el puente hacia Hotel de la Ville, que es el Ayuntamiento de París,  creo recordar que había un tiovivo antiguo y una pista de patinaje en la plaza. Y como estábamos próximos,  nos acercamos al Pompidou Centre, no entramos, quedó en la tarea de pendientes, pero sólo verlo por fuera ya merece la pena, de tan colorido y futurista.
Sí vimos una iglesia, Saint Merry, gótico flamígero, muy coquetona. Junto a ella la Fontaine Stravinsky (sin agua) y la Torre de San Jacques.
Decidimos irnos al Museo del Louvre , recuerdo perfectamente esa pirámide de metacrilato bajo la cual está el hall de entrada, pedimos el plano y nos pusimos a la búsqueda de las obras maestras, que es lo que hay que hacer cuando se visita un museo tan grande  por vez primera. Vimos La Gioconda, la verdad debimos tener mucha suerte, al ir en la semana de menos turismo del año, sientes su enigmática mirada y su sonrisa te emociona. También impacta el poderío de La Victoria de Samotracia, ahí encaramada a lo alto de una escalinata, te deja sin aliento. Aquí os dejo un enlace con las mejores obras del Louvre, algunas de las cuales vimos, y otras que no están en este enlace y que nos encantaron.
Y como final a este primer día por París nos dimos una vuelta por el Sena en el Bateau Mouche, no entendimos nada, porque no había visita en español (no puedo creerlo, después del chino e inglés, la tercera lengua más hablada del mundo). Pero pudimos apreciar la belleza de París por la noche, me vienen fogonazos de la catedral por la cabecera, de los puentes, la Torre Eiffel, espectacular...


Segundo día:
Como no habíamos podido subir a la Torre Eiffel, empezamos por ahí, buena decisión, ya que al ser enero no había demasiados turistas, lo malo es que había niebla y no se veía demasiado; a pesar de ello me encantó, recuerdo que tenían paneles con banderas de países y la distancia a la que estaban las principales ciudades del mundo. Se veía muy cerca la cúpula dorada de Los inválidos así que ese fue nuestro siguiente destino, este antiguo hospital que fue residencia de soldados retirados, ahora alberga la tumba de Napoleón y un museo de Historia Contemporánea.
 Dejamos allí  a Maca y Fer, y Bea y yo nos fuimos al Museo d'Orsay, una antigua estación de ferrocarril, convertida en uno de los museos más famosos del mundo por albergar la obra de los pintores símbolo del arte contemporáneo, impresionismo, postimpresionismo y arte de vanguardia.
Nos encantó el museo y nos emocionaba contemplar a esos genios de la pintura Monet, Manet, Renoir, Degas, Gauguin, Matisse... Comimos algo allí dentro en la cafetería y cuando salimos ya era de noche.
Anduvimos por los alrededores de la Plaza de la Concordia y buscamos donde cenar, para recuperar fuerzas y comentar los avatares del día.

Tercer día:
Comenzamos por el Arco del Triunfo. Subimos arriba desde donde hay unas vistas preciosas, merece la pena. Me llamó la atención esta columna con los nombres de las batallas en España de las que presume de salir victorioso el gran Napoleón.

Desde aquí, deprisita, que había que aprovechar el día nos marchamos a La Sainte Chapelle, creo que mis compañeras de viaje no se esperaban lo que les aguardaba. Una pequeña capilla, sin muros, en su lugar vidrieras que inundaban el espacio de una colorida luz maravillosa, indescriptible. Tuvimos además la suerte de que salió el sol, encendiendo aún más los vitrales. Siempre recomiendo no volverse de París sin haberla visto.
A la salida entramos a ver una estación de metro, de estilo Art Nouveau, de las que hay varias en el centro de París.


El siguiente objetivo, callejear por el Barrio Latino, hay muchos garitos para comer, de todo tipo, chinos, japoneses, italianos, asiáticos, etc, y después del miedo que llevábamos por lo caro que era todo en París, pues bueno, aquí puedes encontrar comida para todos los gustos y bolsillos.
En este barrio vimos otra iglesia gótica muy interesante San Severin, y paseamos por la Sorbona, Panteón de los hombres ilustres, para terminar viendo el atardecer junto al lago de Jardines de Luxemburgo, con una sensación rara, como irreal, de "es imposible que de verdad sea una tarde de invierno y yo esté viendo el ocaso en un banco de un parque de París".
Pues a pesar del cansancio acumulado, Fer todavía quería ver El trocadero por la noche, y para allá que se fueron su madre y él. Yo ya negaba así que ya quedamos después para cenar.

Cuarto día
Teníamos el vuelo por la tarde así que aún hubo tiempo para subir a Montmartre, ver Le Sacre Coeur y dar una vuelta por el barrio de los pintores, la mañana estaba muy desapacible, estaba casi vacío, pero pudimos disfrutar de rincones con mucho encanto, mis compañeras de viaje decían que allí había que volver en primavera.
Ya por la tarde cogimos el avión y volamos a Madrid con la sensación de haber hecho el viaje de nuestra vida.
Para el recuerdo algunas anécdotas super divertidas, una de ellas que nos fuimos con la maleta llena de ibéricos envasados al vacío, de tanto nos habían repetido lo caro que era todo. La verdad se podía comer, ya que como en todas partes, encuentras establecimientos de lo más variado. Recuerdo cenar en un italiano y un japonés.
Nos colamos en un par de fiestas donde nos miraban con cara de éstas dónde van. Y otro momento genial, aquel en que yo le hablaba muy alto y en francés a Fer, de tal forma que se oían carcajadas por todo el vagón de lo acertada que debía ser mi pronunciación.
Otro detalle, llevábamos cámaras de fotos, ya digitales, pero no utilizábamos aún los móviles para nuestros reportajes.
Así pues, en estos tiempos en los que sólo podemos soñar, soñaremos con poder volver, porque como en aquella famosa frase de Casablanca: "siempre nos quedará París".



No hay comentarios:

Publicar un comentario